El autor del libro, Francisco López de Gómara, quien nació en 1511 y murió en 1566, fue una persona que vivió a finales del medioevo que se interesó por la historia del Nuevo Mundo y escribió un libro sobre ello, cuya primera edición fue en 1552 y cuya edición aquí analizada es de 2003. En el transcurso de la lectura se nota fácilmente que el autor es un hombre muy culto con conocimiento de los antiguos, diferentes teorías y acceso a conocimientos generales de la historia del Nuevo Mundo a través de los relatos que españoles viajeros le hacían, en especial sobre costumbres de los aborígenes hasta ese momento y su geografía. A pesar de todo ese conocimiento, López de Gómara nunca hace una descripción explícita de su propio marco teórico o metodología utilizada para analizar los fenómenos de mucho interés para él. El texto es muy extenso y consta de doscientos veinticuatro capítulos. El libro trata sobre la historia de las Indias, y se acomete a esta tarea describiendo las costumbres de los indígenas, la geografía de los lugares y la gesta de los españoles.

Su lectura es de dificultad intermedia. Esto es decir, es fácil para quien tiene alguna educación en historia, puesto que el contexto medievalista es muy distinto al estilo de pensamiento moderno, pero puede ser de mayor dificultad para quienes no estén familiarizados con la historia relatada, o los modos de ver el mundo que tenían las personas cercanas a ese período. Por ejemplo, las categorías que utiliza López de Gómara para describir a los aborígenes son las mismas utilizadas en el medioevo, tales como rey, vasallo o señores, para entender la organización de ellos. No obstante, sabemos hoy que los indígenas no tenían reyes ni vasallos. Igualmente, el idioma español utilizado es uno matizado hace más de cuatro siglos, por lo cual los modos del escribir algunos verbos, sus tiempos verbales y su uso de objeto directo e indirecto es muy distinto al uso actual. Además, parece ser que su relato tiene algunos datos no son muy certeros, pero el mismo autor se limpia las manos por cualquier error que él cometiese de una manera muy astuta: “He trabajado por decir las cosas como pasan. Si algún error o falta hubiere, suplidlo vos por cortesía, y si aspereza o blandura, disimulad, considerando las reglas de la historia; que os certifico no ser por malicia. Contar cuándo, dónde y quién hizo una cosa, bien se acierta; empero, decir cómo es dificultoso; y así, siempre suele haber en esto diferencia”, (p. 2). Como veremos con más detalle más adelante, con “reglas de la historia” quizá se refiere a un tipo de determinismo divino.

Describe geográficamente el Nuevo Mundo y su historia, no sin antes hacer alusión al pensamiento de los antiguos respecto a la creación del mundo, la forma del mundo y sus habitantes. De cada parte del mundo que hace alusión describe el estilo de vida de los aborígenes, sus tecnologías, la intención de ellos sobre los españoles y lo que aconteció después como consecuencia del contacto con ellos. Relata el descubrimiento del Nuevo Mundo, la conquista de las Antillas, Perú, Chile y el descubrimiento de las Molucas, entre muchos otros territorios.

Vemos durante el transcurso del texto que se intenta hacer proselitismo del ideal cristiano de aquellos tiempos (el católico), en el cual la historia era entendida como la voluntad de Dios y los efectos humanos en un mundo inmanente son de poca efectividad. Esto también es conocido contemporáneamente como providencialismo cristiano. Ergo, la conquista y colonización del Nuevo Mundo era la voluntad divina en favor a los españoles y en contra de los indígenas, que según el libro son idólatras y hasta hablan con el mismo Diablo o lo representan de muchas formas (pp. 3, 32, 38, 58, 80, 86, 96-97, 141-142, 144, 189, 224-225, 233, 235, 239, 299 y 346 son las referencias más notables, pero hay incontables otras); además de mostrar que, en distintas regiones, adoran el Sol y la Luna (pp. 33, 80, 85, 96, 133, 141-142, 281, 287, 298 y 346). Estas alusiones míticas son importantes, porque también construye la cultura de los aborígenes como una llena de tabúes para los cristianos, en especial mencionando que son caníbales o que cometen sodomía. Este asunto se enfatiza tanto en el principio como en el final del libro. Como justificación se referencia, al final del libro, a otra crónica, pero escrita en latín por Sepúlveda, en la cual supuestamente hay más razones para la justificación de la conquista española.

Como lectura me parece un poco perturbadora en tanto al trato de los aborígenes y la visión de providencialismo cristiano y conquista española que promueve el autor, a pesar de que él crítica algunos excesos de la conquista. Empero, tampoco mi impresión de la lectura no es de exagerada indignación, puesto que el autor es producto de su contexto, además de que todo lo relatado es desde la cede imperial, Castilla; no ha visto de cerca los fenómenos a los cuales alude y algunos son de su presente, no del pretérito. Sin embargo, conceptualmente tiene un marco de teoría histórica muy simple y fácil de aplicar: que la historia viene de un determinismo absoluto y deduccionista, por lo cual, si estás del lado correcto de la historia (en este caso, del lado español y católico) tendrás muchas bendiciones y serás muy bien visto por Dios: “Tanta tierra como dicho tengo han descubierto, andado y convertido nuestros españoles en sesenta años de conquista. Nunca jamás rey ni gente anduvo y sujetó tanto en tan breve tiempo como la nuestra, ni ha hecho ni merecido lo que ella, así en armas y navegación como en la predicación del santo Evangelio y conversión de idólatras; por lo cual son españoles dignísimos de alabanza en todas las partes del mundo. ¡Bendito Dios, que les dio tal gracia y poder!”, (p. 467).

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